No olvidare jamas la oportunidad que tuve de presenciar por un rato la energia que emana de la mas profunda, pura y sincera amistad. Sin tapujos, con verdadera entrega y ternura, saboreando la oportunidad de estar juntos, queriendo fotografiar cada instante con los ojos para atesorarlo en algun lugar de la memoria y el corazon que nadie pueda borrar jamas.
Acariciar el tiempo,
recordar en silencio, regalar vida, hablar sin palabras, entegar el ser...
El monje se recostó en el vacío.
Como si se tratara del
tronco de un amistoso árbol,
descansó sin temor en la
conciencia de su pequeñez,
cediendo todo anhelo en
la confianza.
Permaneció largo rato
tendido,
escuchando los sonidos
leves que producía el aire al mecer las hojas
y la crepitación de las
piedras calentándose al sol;
a través de los párpados
cerrados,
percibía los claro
oscuros dibujados por las nubes
al pasar por encima.
El flujo vital que
entraba y salía de su cuerpo,
le hacía íntimo con todas
las cosas.
Estaba en la unidad y
habían desaparecido las oposiciones.
Lo hecho y lo por hacer
convergían en ese único momento,
merced a cierta perfecta
actitud de entrega.
Cruz y muerte,
descenso y ascenso,
luz y resurrección;
formas de manifestarse el
amor.
Respiró tranquilo sin
hacer nada, descansando en el ser.
(Hesiquia Blog)
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