Un buscador sabe que no ganará la lotería,
ni hará el amor con la
mas bella,
ni se desmayará de
emoción ante un auténtico Picasso.
No quiere despotricar
contra las estrecheces cotidianas,
ni sumarse a los lamentos
de la gente,
en cambio le gustaría
tocar las axilas de un león cansado,
y sacudir las orejas de
una manada de elefantes,
o perderse entre las
hojas del girasol más ausente.
Piensa que haciendo así
su cascarón puede sacudirse
el moho de nostalgias y
lagrimones.
Un buscador desea
hamacarse como hacen los muertos,
sin prisa,
sin pausa,
desea mojar su garganta
con el viento que corre,
y examinarse de perfil en
los ojos amarillos de las iguanas,
como un mascarón de proa
que estudia su reflejo en el mar.
Es ante todo un
ignorante,
un analfabeto de las
cuestiones importantes,
y de los motivos que
agitan a sus próximos prójimos.
Por decirlo así:
no pierde el sueño ante
el auto de su cuñado
ni por las ubres de miss
universo,
ni por los rumores de la
guerra.
Y lo mas grave del asunto
es que no se arrepiente,
no reniega de su torpeza
mundana,
ni de la incultura que
arrastra
y que abona en diarias
cuotas de aparente indiferencia.
Alguien le dijo que se
entretiene demasiado con sus pulgas
y por lo tanto se pierde
la aventura del mundo.
Por eso un buscador baila
la danza de los perros callejeros,
baila, gira, y muerde su
cola animal,
corriendo veloz hasta que
el horizonte se hace circular,
hasta ser el centro de
una línea de colores confusos y mutantes.
Su propio cascarón, si lo
llega a notar, está de acuerdo:
aprieta los dientes y
piensa con los pies en la tierra,
confiado en que no hay
lugar donde esconderse de uno mismo
(y en verdad no lo hay)
Pero el buscador sabe que
hay una chispa,
un delirio casi estrella,
una mano amorosa que
empuja y empuja desde adentro,
algo que sostiene a su
cascarón para que siga gastando los zapatos,
para que continúe la
senda que llega hacia uno mismo.
Y eso que lo motiva es
tan fugaz,
tan minúsculo y cercano
su terremoto silencioso,
que cuando el cascarón
bebe su copa se sorprende,
se pierde, desvaría, y se
olvida de todo,
hasta de aquello que un
segundo atrás creía importante.
LA DECISION
Decidiste iniciar el
viaje.
Pusiste en la valija las
cosas necesarias
abandonaste tu casa
y te refugiaste en la
búsqueda de aquello que así lo crees
justificará tu vida.
Recuerda siempre el
motivo de la marcha
lo harás a cada paso y
con despierto entusiasmo
porque un camino
consciente es libertad
en cambio un camino
emotivo es esclavitud
y un camino mecánico es
sólo estupidez.
Has decidido buscar y
debes estar atento:
muchas oportunidades de
encontrar la vía
se pierden por exceso de
arrogancia
por falta de estima
por falta de avidez
o por indiferencia.
Además, buscar algo implica
conocer aquello que estás buscando
y para ir hacia algún
lugar
debes tener algún lugar
adonde ir.
Sé sincero:
¿Tú sabes adonde vas?
Lo sepas o no
recuerda que eres tú
quien decidió caminar
no sea que mañana
lamentes haber emprendido la marcha
y acuses a la vida por no
encontrar la vida que buscabas.
Fue la sospecha de otra
realidad
lo que te alejó de tu
viejo mundo.
Allí, en tu ilusión,
tenías la certeza del refugio seguro
el techo y la comida
pero también estaban la
duda
la ansiedad y el
sufrimiento.
Tu espejismo se caía a
pedazos y por eso elegiste caminar
no digas después que tu
viejo mundo se derrumbó
porque te fuiste.
Si comienzas a mover tus
pies
ninguno de los que te
precedieron te lo agradecerá.
En todo caso dirán:
« te has dado cuenta de
que es necesario caminar.»
Como ves, deberás llegar
más allá de tus opiniones.
No quiero decir que lo
aprendido anteriormente sea inútil
solo que su significado
se transforma
de acuerdo a la etapa de
la vía.
Tu saber te llevó hasta
este punto del tiempo
pero de aquí en más el
paisaje cambia
y tus convicciones pueden
transformarse en trampas
sutiles.
Buscador:
no son sólo tus
capacidades las que determinan cuánto
has de aprender en la vía
sino también tu conducta.
Aptitud y actitud van de
la mano
en la búsqueda que te has
propuesto.
Aprovecha cada paso para
aprender
es inútil caminar si no
eres capaz de beneficiarte de ello.
Has decidido partir
pero debes saber que la
vía
no es sólo la superficie
que corre bajo tus pies
ni la huella borrosa de
lo que dejaste atrás
ni la invisible senda que
espera el eco de tus pasos.
No es algo que puedas
aferrar con una idea
ni un concepto que
aprenderás en los libros.
La vía no es algo que
vendrá a buscarte
ni una puerta que se
abrirá a tu voluntad
y aunque te repitas que
debes caminar
ni siquiera puedes decir
que estás en la senda
mientras tus piernas no
se muevan.
Pero aún cuando creas que
estás caminando
¿cómo sabes que vas en la
justa dirección?
De aquellos que buscaron
antes de ti
quedan solo las cenizas
pero en cierto modo eres
su huésped
ya que en la tierra que
atraviesas también vibran sus pasos
su espíritu aún sopla
alentando tu esperanza
y su ejemplo te ayuda a
iluminar el rumbo.
Pero tú eres apenas una
idea que vaga
no te creas más
importante que una sombra fugaz.
Recuérdalos cuando te
falten las fuerzas
o cuando debas decidir en
una encrucijada
porque ellos pasaron como
pasas tú
con las mismas preguntas.
Quizás mañana encuentres
otras respuestas
pero hoy es mejor
declararte ignorante
a que exhibas tu conocimiento
de los caminos a seguir.
Has elegido andar
y lo harás hasta que te
transformes en la marcha misma.
Todo camino que nace de
ti regresa a ti
si has iniciado la vía
no te preocupes por saber
hacia dónde te conducirán tus pies
el final del sendero ya
está dibujado en tus primeros pasos
por lo tanto, si conoces
el principio conoces el fin.
Y el camino se conoce
caminando
no existe otro modo.
Mario Corradini
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