Hoy no escribo por nadie. Ninguna persona ajena a mí me inspira. La paz que
siento hace que abra este cuaderno
virtual y tome el teclado.
Suena la canción: Hay cosas que te escribo en cartas para no decirlas… y
aunque continúa dedicada a un alguien, mi “carta urgente” va por mí.
Es un día
nublado, como me gustan, estando sola (mas no solitaria) como lo disfruto. En
mi propio espacio personal, desde mi comodidad.
De donde viene esta paz? No sé, supongo que de arriba. Y es una suposición
valida. Soy creyente, y Su mano me cobija. Me invade un regocijo del encuentro
conmigo misma, que nace de una seguridad redescubierta, de una fortaleza que
hace tiempo que no sentía. De un amor por mí misma superior al que busco en
otros.
Hoy hace sentido el escrito de Santa Teresa: que nada te turbe que nada te
espante. Y es así, nada me turba… tomo café, escribo, cambio la música,
disfruto el día, me disfruto yo.
Pero tengo que buscar un tema más productivo! Algún tópico perdido de esos
que hacen que me sienta psicóloga! Ya se – escribiré de las diferencias, de los
puntos de vista, del “Yo y mis circunstancias”.
Yo soy yo y mis circunstancias – ya lo estoy comprobando, viendo atrás y
analizando mi comportamiento en los últimos años, y viendo el de personas
queridas a mi alrededor
Y ahora escribir. Ahora lo pienso mejor. Sí que le voy a escribir a alguien.
Pero hay una diferencia entre escribir por alguien y a alguien.
Hoy le quiero dar las gracias mudas a esa persona. A esa que con palabras tan simples me rescató de mi misma. A esa que durante el viaje más bello me hizo
viajar dentro de mi, haciendo de la aventura algo más que recorrer un camino
físico y querido. Llevándome a viajar a mis orígenes al tiempo que
rememorábamos los principios de nuestra amistad.
La pregunta fue llana: y por qué? Si TÚ eres! Y en ese
momento descubrí que me había perdido. Que me había desviado de mi misma. Y
subiendo a esa montaña – esta vez en el lomo de un burro, paradójicamente
necesitando ser transportada porque mi cuerpo no tenía la energía… Y así
estaba, subiendo al lomo de cualquier burro que se me ofreciera. Entendí que en
algún momento había dejado de ser yo para ser de otros. Era líquido que
adoptaba la forma de cualquier recipiente. Y para ese momento la última copa se
había roto en millones de pedazos y el líquido estaba desparramado en el suelo,
salpicando paredes, entre vidrios y lodo. Y ese líquido era yo. Y así estaba mi
vida.
Y esa persona, a quien también yo un día rescate, me comentaba como su gran aventura había tenido su origen
cuando yo era quizás de las pocas personas a su
lado – ya que para esa época también se había perdido. E íbamos ascendiendo, la persona a pie, con renovadas energías, fuerte y valiente, tenaz y decidido y yo, a
tientas, dejándome llevar… tal como estaban nuestras vidas.
Y desde entonces empece a vivir la vida como si subiera a una montaña. Más bien como si
estuviera en medio de una cordillera, conquistando pequeñas cimas, pasando por
quebradas oscuras. Y por una vez pienso que estoy cerca de alguna cima
importante, y siento paz y me siento fuerte y advierto de los errores que cometí
y hoy se rompió el silencio. Y hoy, respondió
a mi mensaje. Y de nuevo me rescató, porque pude confirmar que mi
cambio ha sido real.
Y quizás, nueva vez, esa persona ni siquiera se dé cuenta como me ha ayudado,
quizás sus palabras y silencios han sido casualidad. Yo no las llamaría así.
Las llamo Dioscidencias. Cosas del mismo Dios al cual subió a pedirle perdón, y
con el cual yo también he conversado
mucho desde entonces.
Hace unos días entendí que necesitaba perdonar a alguien que ya no estaba
más conmigo: mi madre, que quizás no fue todo lo que quise pero que me dio lo
mejor de lo que podía. Hoy deseo pedirte perdón tambien a ti, si alguna de mis
acciones no fueron correctas, solo era yo y mis circunstancias.
Pero también
hoy, a ti, deseo darte las gracias por darme la esperanza, por
recordarme quien yo era. Por impulsarme a escalar mi montana durante un viaje a
la montaña…
Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera - Pablo Neruda.
Hoy es primavera!
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