de Alberto
Masferrer
Silencio es
recordar que toda palabra tiene un hoy y un mañana; es decir; un valor de
momento y un alcance futuro incalculable.
Silencio es
recordar que el valor de la palabra que pronunció no tanto viene de su propia
significación ni de la intención que yo le imprimo, cuánto de la manera con que
la comprende quién la oye.
Silencio es
reconocer que los conflictos se resuelven mejor callando que hablando, y que el
tiempo influye más en ellos que las palabras.
Silencio es
reprimir la injuria que iba a escapársenos, y olvidar la que nos infirieron.
Silencio es
recordar que si hubiera diferido una hora sola mi juicio sobre tal persona o
suceso, en esa hora pudo llegar un dato nuevo, que hiciera variar aquél juicio temerario
y cruel.
Silencio es
recordar que el simple hecho de repetir lo que otros dicen, es formar la
avalancha que luego arrastra la reputación y la tranquilidad de los demás.
Silencio es no
quejarse, para no aumentar las penas de los otros.
Silencio es decir
HICE, en vez de HARÉ.
Silencio es
recordar que la palabra al pronunciarla, se lleva una parte de la energía
necesaria para realizar la idea que aquélla encarna.
Silencio es no
exponer la idea o el plan a medio concebir, ni leer la obra en borrador, ni dar
como criatura viviente lo que es apenas un anhelo.
Silencio es la raíz
y por eso sostiene.
Silencio es la
savia, y por eso alimenta.
Silencio es
recordar que si para nuestras cuitas y esperanzas es nuestro corazón un
relicario, el corazón ajeno puede ser una plaza de feria y hasta un muladar.
Silencio es el
capullo donde la oruga se cambia en mariposa y silencio es la nube donde se
forma el rayo.
Silencio es concretarse,
seguir la propia órbita, hacer la propia obra, cumplir el propio designio.
Silencio es
meditar, medir, pesar, aquilatar y acrisolar.
Silencio es la palabra justa, la intención recta,
la promesa clara, el entusiasmo refrenado, la devoción que sabe a dónde va.
Silencio es SER UNO MISMO, y no tambor que resuene
bajo los dedos de la muchedumbre.
Silencio es tener
un corazón de uno, un cerebro de uno, y no cambiar de sentimientos o de opinión
porque así lo quieren los demás.
Silencio es hablar
con DIOS antes que con los hombres, para no arrepentirse después de haber
hablado.
Silencio es hablar
uno calladamente con su propio dolor, y contenerlo hasta que se convierta en
sonrisa, en plegaria, o en canto.
Silencio es, en
fin, el reposo del sueño y el reposo de la muerte, donde todo se purifica y
restaura, donde todo se iguala y perdona.
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